31 may 2017

El sueño de Adán

Despertó en medio de la noche y se sintió desorientado, pues ante sus ojos sólo había negrura y silencio. Al tomar aire sintió una fragancia que le infundió calma. Poco a poco fue acostumbrándose a la oscuridad y empezó a distinguir las ramas de laurel y mirto entretejidas; era la techumbre del pequeño recinto que había sido creado para su descanso. Lo completaban unas paredes formadas por un espeso entramado de hierbas aromáticas y flores de todo tipo y color. Hacía pocos días que ya no dormía al raso, y por esa razón todavía extrañaba no tener como techo la bóveda celeste. El manto de estrellas, aunque tremendamente lejanas, le transmitían una agradable sensación de cercanía y protección.

Para entonces ya estaba buscando instintivamente en su mente sus recuerdos más recientes, aquellos que le guiaban hacia al sueño en el que estaba sumido poco antes. Pero más que un sueño, aquello había sido una experiencia tremendamente angustiosa. Seguramente la primera y peor pesadilla que jamás tuvo el hombre. Y todo eso había durado solamente unos instantes, o quizás milenios. Esto es lo que recordaba:

La irrealidad se presentó como el narrador perfecto para aquel cuento de demencia y aflicción: una serpiente rodeaba a un árbol, cuyo fruto era arrancado por una mano y llevado hasta la boca. Al morderlo, miles de almas se unían en un grito chirriante mientras caían en un abismo de oscuridad y castigo. La locura de la violencia y la ambición se apoderaba de ellas, iniciando una  deplorable historia de maldad y lucha entre hermanos que les abocaba a una frenética y estéril búsqueda del Paraíso Perdido.

Tras revivir ese sueño sintió una gran opresión en el pecho; instintivamente movió su mano derecha para encontrar a la de su Compañera, pero sólo tocó un suelo polvoriento. No había nadie a su lado. Estaba sin Ella. Le invadió el terror como nunca antes lo había hecho al preguntarse: ¿Era su Compañera sólo parte del sueño? 

Buscó una respuesta intentando retroceder mentalmente hasta el momento en el que la vigilia dio paso a la pesadilla, pero fue incapaz de ir más allá de un punto donde las imágenes se desvanecían en una espesa niebla.

De forma que toda la dicha por haber escapado del sueño se mudó de golpe en tristeza, pues ella se había quedado atrapada en él. La maravillosa vida anterior a la pesadilla se revelaba ahora ante él como una existencia vacua y lastimosa sin Ella. Ya no se atrevía a llamar “Paraíso” a ese lugar. La realidad le parecía una condena demasiado cruel incluso para las criaturas más infames de la Creación. En tal situación, el sueño, por muy infausto que fuera, parecía una alternativa más deseable que vivir solo. En este estado de perturbación, un terrible pensamiento le cruzó la mente: ¿Habría alguna manera del volver a sumergirse en el sueño?

Cerró los ojos con fuerza para poder soñar otra vez, mas por mucho que golpeara con sus puños las puertas del sueño, éstas permanecían firmemente cerradas. Desesperado, sin saber qué hacer, susurró una simple palabra, la cual nunca más fue pronunciada por ningún otro ser.

Y entonces sintió un cálido roce en la palma de su mano izquierda; Ella estaba a su lado, allí tendida, medio dormida aún. El sueño de castigo, sufrimiento y odio acababa de estallar, pulverizándose en diminutas partículas, y cada una cayó sobre una gota de rocío y se disolvió. Sólo quedaron Ellos dos y la Naturaleza. Los primeros rayos de sol llegaron y se reflejaron en las gotas de rocío, anunciando la llegada de un Nuevo Día al Paraíso.

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